miércoles, agosto 09, 2006

Juan Luís Martínez: no me desvela pero me inquieta

Hace tiempo que me inquieta la imagen del poeta Juan Luís Martínez, porque en suficientes ocasiones, como para creer que estoy frente a una tendencia, me he encontrado con conversaciones en las que se le menciona y se le trata como un fantasma, como una aparición vendita que vino a romper el canon y luego ascendió a algo así como cielo de los poetas (seguramente ese donde Platón pretendió desterrar a todos los poetas de su época y a todos los que vendrían después). No sé si la historia se ha adornado más de la cuenta, pero pareciera que para esos, que se jactan de conocer su obra, el sólo hecho de nombrarlo en público fuera una suerte de regalo que le hacen a los demás. “Te voy a regalar el conocimiento del tesoro más maravilloso de la poesía de este ‘país de poetas’ que no se igualan a este que te voy a presentar”, pareciera que piensan los que lo nombran, como si le hicieran un favor a los demás.
Yo no sé. He leído algo de su obra, pero pese a que estoy de acuerdo en que se trata de un poeta tremendamente original, me parece que posiblemente haya una necesidad de construir una figura y no sé para qué. Mi hipótesis es que hay personas que necesitan ostentar una suerte de trofeo que sólo le pertenezca a ellos. En efecto, a mí lo que me inquieta es esa imagen artificial y centelleante del autor; no del autor real, ni de ese constructo abstracto que desde la teoría literaria se conoce como el “autor implicado”, figura que circunscribe sentido y que es responsable, dentro del espacio cultural (donde el autor real no puede estar), de todo el discurso de la obra completa de determinado autor. Es más bien el “autor de consumo”, otro constructo, que tampoco coincide con el autor real el que me ha estado inquietando. El que está convertido en objeto de culto, entonces, es esta figura que tampoco pertenece al espacio natural, sino al igual que el autor implicado, pertenece al espacio cultural.
Hasta hace algunas semanas no sabía en qué terminaría esta sensación inquietante; posiblemente cuando fuera posible me leería sus dos libros, La nueva novela, de 1977 y La poesía chilena, de 1978; y la compilación Poemas del otro, de 2003 y luego incluso me encargaría de intrusear en suficientes textos críticos. Con eso, posiblemente, podría hablar con propiedad de la obra de Juan Luís Martínez, pero lo inquietante seguiría intacto. Empezado el semestre debía pensar en algún tema de reportaje para el ramo de mi minor en periodismo escrito, entonces supuse que por acá lograría saciar esta curiosidad. Lo primero era verificar que efectivamente existe esta suerte de culto místico por el poeta.
Sé que Juan Luís Martínez nació en Viña del Mar en 1942 y que murió en Villa Alemana en 1993. Sé que sus dos libros hasta hace un tiempo se vendían muy caros y sólo a través de su viuda, Eliana Rodríguez. En la actualidad ya se puede encontrar en las librerías (unas pocas), pero a un precio no muy accesible. Sé, también, que fue el investigador y profesor de literatura Luís Vargas Saavedra el que creyó que la existencia de Juan Luís Martínez y su obra eran sólo una invención de Enrique Lihn. Esto último sólo ayudó a hacer crecer esta figura de culto en torno al poeta. Sé, finalmente, que muchas personas están hablando de él, como si se tratara de un secreto, pese a que ya son muchísimos los que lo conocen.
No sé si fuera de Chile se le valora como un poeta rupturista, que ciertamente lo es, y si pese a las limitaciones de su difusión (de las que habla el mito) ésta ha logrado pasar las fronteras de Chile. No sé si sea cierto, o sólo parte del mito, eso de los científicos de la NASA que vinieron a hablar con él debido a que su obra se introducía en principios trascendentes de la física. No conozco antecedentes de su biografía, pero sé que se mantuvo fuera de los círculos literarios oficiales.
He hablado con Matías Ayala, licenciado en filosofía y doctor en literatura en lenguas romances de la Universidad de Cornell, quien me ha comentado elementos relacionados con los discursos en la obra de Martínez. He escuchado al poeta y crítico Thomas Harris, quien se ha referido a los elementos de construcción de su obra; y con por lo menos una docena de seguidores del culto (informal, por cierto) a Juan Luís Martínez.
Me gustaría hablar con Eliana Rodríguez, viuda del poeta; con Luís Vargas Saavedra, el responsable de adjudicarle su obra a Enrique Lihn y con algunos de los poetas que se consideran influenciados por él, como Raúl Zurita y Diego Maquieira. Espero contactarlos, porque muchos de ellos son académicos de distintas universidades (Vargas Saavedra, de la U. de Chile y Zurita, de la UDP). Espero que a través de alguno de ellos pueda llegar a la viuda de Martínez.
A estas personas les voy a preguntar sobre esos hechos excepcionales de los que hablan los seguidores del poeta y además, espero escuchar antecedentes biográficos y espero encontrarme con nuevos antecedentes excepcionales. Pienso preguntarles, también, sobre esta percepción cercana al culto que existe entre tantos seguidores.
Espero acceder, también, a la obra de Juan Luís Martínez, a textos críticos de especialistas y a textos biográficos. Con todo lo anterior, espero comprobar si efectivamente esta sensación de culto en torno a este poeta es una tendencia que merezca ser reporteada. Posiblemente sólo así podré atenuar esta sensación inquietante que va más allá de lo que me gustaría necesitar saber, en términos profesionales, de un poeta.

1 Comments:

Blogger Alfredo Sepúlveda said...

Vas bien enfocado hasta el momento. Creo que tiene que quedar bien en claro también, además de si JLM "es" top, por qué lo es, cual es el valor de su poesía en el concierto de la lírica chilena o latinoamericana o lo que sea.

miércoles, agosto 09, 2006 10:58:00 a. m.

 

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